8.8.07

HÉCTOR CASTILLA

(FOTO: MATHIAS GÓMEZ)

Héctor Castilla. Cartagena, 1971.

Realiza estudios de Filología Inglesa. Fue co-director, junto a Antonio Llorente Abellán, de la revista de poesía La Galera (1998 - 2000). Edita la revista de poesía Hache (2004 - ). Ha conseguido varios premios de poesía joven a nivel local, regional (Cartagena, Cieza, Murcia, Molina de Segura...) y nacional (Canals, Vitoria-Gasteiz...). Fue seleccionado para su publicación en el libro homónimo del certamen Murciajoven´99, donde se incluyó su poemario `La máscara del caimán´ Obtuvo el primer premio en la XII Edición Nacional del Premio de Poesía organizado por la Fundación Emma Egea –curiosamente, después de que obtuviera dicho galardón dejó de convocarse el premio...la vida es así– con el que, entre otras cosas, vio publicado su primer libro `Carta desde el invierno´ (del que ya se ha hecho una versión en francés para su posible publicación en Francia). Quedó finalista en 2005 en la V Edición del Premio de Poesía Dionisia García, convocado por la Universidad de Murcia. En junio de 2006 vio publicado en la Editora Regional de Murcia su libro `Una canción en la memoria´. De las antologías en las que ha participado se siente muy satisfecho de haber participado en los homenajes a José Agustín Goytisolo (`Goytisolo, veintisiete voces para un único poema, veintisiete miradas para un mismo rostro´ Nausícaä; Murcia, 1999), a José Hierro (`Trazado con Hierro´ Vitruvio; Madrid, 2003) y a Joan Manuel Serrat (`Tributo a Serrat´ Rama Lama Music; Madrid, 2007). Con una colección inédita de poemas que llevan por título `Wandossellianas´ llevó a cabo un espectáculo poético-musical acompañado por el músico Juan Antonio Sánchez Salas (Proyecto JASS), así como un par de exposiciones de dichos poemas ilustrados por Mercedes Díaz-Villarías con diseño de Cristina Morano. Durante el año lectivo 2006 – 2007 organizó junto a José Antonio Martínez Muñoz el ciclo sonuHunas (viceversa), por el que pasaron Carlos Vitale, Cristina Morano, Concha García, Rosa Lentini, León Molina, Ramon Dachs, Javier Moreno, Ferran Fernández y Félix Grande, Francisca Aguirre y Guadalupe Grande.
Ahí sigue.



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FAMOSOS EN ACCIÓN: Amigo Castilla, para empezar y, como de costumbre, por pura curiosidad contenida, ¿qué es más importante en su poesía de melómano reconocido (y autor de Una canción en la memoria, por ejemplo), la música o la letra, la prosodia o el discurso?

HÉCTOR CASTILLA: Amigo Espejo, para empezar le diré que yo estoy comenzando a descubrir mis propias tendencias literarias, o querencias si usted así lo prefiere. Cuando a Francisco Brines le piden que hable de su poesía, contesta en la Introducción de su “Selección propia” que hablar de la propia poesía es lo mismo que proponerle a un cirujano, que como buen profesional y sin cuerpo que tanto estime, y aun ame, como el suyo propio, es dueño de las dos condiciones que pueden hacer de una operación un hecho admirable: así que él debería operarse a sí mismo.

No soy un cirujano operándome a mi mismo. No soy quién para diseccionarme; ni quiero serlo. Es más, seguro que habrá opiniones para todos los gustos.

Lo cierto es que me gusta mucho la letra, el discurso, yo necesito leer/escribir cosas que me emocionen (y cada vez más a flor de piel). A estas alturas, estoy un poco harto de orgasmos mentales; me aburre cada vez más ver que lo primero que hacen algunos lectores es medir uno por uno los versos del libro que tienen entre las manos para ver si los versos están bien medidos obviando si son capaces de llegar donde se supone que debe llegar la poesía.

No debo olvidar la querencia que uno tiene hacia cierto tipo de músicas, hacia ciertas prosodias (que uno está investigando en este momento), pero sólo consideradas como cierta apoyatura, no basando la canción expresamente en la música. Los virtuosos son solamente eso y yo busco algo más, no sé si me medio explico...

F.E.A.: Para seguir y por tirarle un poco de la lengua, ¿se están cometiendo excesos en la tendencia al reciclaje poético, estamos empleando materiales afectados de aluminosis, tal vez? ¿Cuáles?

H.C.: Cómo le gusta a usted meterme en líos, señor Espejo. No sé si estará esperando que le conteste a algo explícito que usted tenga en mente...[por cierto, vamos a dejarnos las formalidades ¿vale?]

No creo que haya reciclaje, como lo llamas. Creo que se puede seguir hablando casi de cualquier cosa. Me da igual que tu planteamiento sea de la experiencia, del silencio o surrealista si hace falta. Lo que sí creo es que a base de creer que la poesía sigue basada en musas, los poetas intentan llegar a un estado que a mí me parece ficticio, un estado de elevación que a mí no me interesa nada. Es decir, creo que se pueden utilizar los temas que a uno le dé la gana pero deben adaptarse a los tiempos que estamos viviendo; uno puede seguir hablando de las noches en los bares, pero hay que recodar que los bares ya no son lo que eran hace veinte o treinta años... no sé si necesitas que sea más claro.

F.E.A.: Pocos libros me he echado al gañote tan homogéneos y unitarios como Carta desde el invierno. Tras Una canción en la memoria, con una estructura mucho más abierta, ¿por cuál va a apostar en el futuro?

H.C.: En ese maltratado a más no poder Murciajoven de literatura, y digo maltratado porque estoy convencido de que los políticos de esta región –así como quienes tienen la posibilidad de publicar libros de autores regionales, y fundamentalmente jóvenes– o no tienen ni puta idea de lo que hacen, o tienen cada vez menos miras; aunque realmente lo que creo es quieren convertirse en los mercaderes de una literatura hecha en una provincia de mierda –salvo honrosas excepciones– como ésta. Comienzo hablando del Murciajoven por dos razones: la primera es porque allí me publicaron mi primer poemario (“La máscara del caimán”) y la segunda porque es una demostración del lugar en que vivimos, ya que no hay otra categoría en dicho certamen que se quede, como dicen ellos, en barbecho, ya que creen que no pueden salir dos o tres buenos libros de poesía joven al año –quizás piensen que los jóvenes que se dedican a escribir aquí son gilipollas–.

Todo esto viene a que, como te decía antes, estoy empezando a descubrir mis querencias literarias y me he dado cuenta de que ya en aquel primer poemario mi tendencia era la de plantear un libro aparentemente cerrado. Así que supongo que haré algo que esté entre los dos libros que ya están publicados porque, por si no lo sabes, llevaba algo así como seis o siete años sin escribir (qué casualidad, justo desde que llegué a Murcia) y acabo de empezar –por fin!!– con un proyecto que lleva el título provisional de “Cantando en voz baja” (y sí, otra vez mi melomanía; si a Benjamín Prado le gustan los libros en los que hay otros libros dentro a mí me gustan los libros donde se pueden encontrar canciones).

F.E.A.: ¿Y qué distancia hay entre la poesía de un libro de poemas y la de una de esas canciones que menciona?

H.C.: No creo que se deba hablar de distancia, para mí son caminos que de vez en cuando se tocan. Así como hay poetas cuya música considero nula, hay músicos que dicen cosas que me interesan y con una intensidad de lenguaje que se acerca mucho más a mi idea de poesía. En fin, que mientras algunos poetas parecen escritores de prosa hay músicos cuya poética me es mucho más cercana –vital y literariamente–.

F.E.A.: Señor Castilla, ¿un poeta es sólo un egonauta?

H.C.: Fundamentalmente sí. Creo que el poeta, es decir, el ser humano que de vez en cuando decide perder su tiempo y horas de sueño y la posibilidad de conocer hermosas mujeres en algunos bares o el estar con su compañera practicando los mayores y mejores vicios posibles, sólo puede hablar de lo que conoce y no hay nada que uno conozca mejor –aunque en general sólo sea en la superficie– que su vida. Claro que puede hablar de las vidas de los demás, o de los últimos descubrimientos científicos, o de acontecimientos políticos, pero sólo lo hará desde su prisma personal.

Eso sí, lo de ponerse en la piel del otro es otra de las bonitas milongas que nos han contado, quién que no haya pasado por ahí puede entender lo que es estar enganchado a la cocaína, o estar tan enfadado porque tu mujer te ha abandonado que decides matarla o que te ves tan gordo que decides matarte no comiendo; venga ya, lo que hacemos es plantearnos qué haríamos nosotros en esa posición, o cómo nos imaginamos nosotros que el otro reacciona con las variables que manejamos. Uno puede acercarse más o menos, pero lo de ponerse en el lugar del otro absolutamente es algo que no termino de creerme, ni en la vida ni en poesía.

F.E.A.: ¿Tiene futuro la poesía con contenido social o mejor que los progres se busquen otro medio?

H.C.: Pues te diré que creo que tiene un futuro, no para sacarlo a uno de la ruina pero al menos sí para reírse un poco de este tiempo que nos ha tocado vivir. El futuro que le veo es la poesía de humor, más o menos ácido, o más o menos blanco si lo prefieres.

F.E.A.: En calidad de animador cultural como pocos en esta ciudad que dicen muerta, ¿qué valor le concede usted a la existencia de un grupo de escritores amigos como ése del que formamos parte usted y yo?

H.C.: Antes de nada, gracias por el cumplido, que sé que es auténtico. Después te diré de la ciudad que no es que digan que está muerta, es que realmente lo está. Y después te diré que cada vez le doy menos importancia a eso de los grupos de escritores amigos.

Me remontaría algunos años atrás para confirmarte ahora mismo lo que me dijo Antonio Llorente Abellán, que los amigos son personas con gustos afines que coinciden durante un período de tiempo. Te digo esto porque llevo ya una temporada comprobando que lo de los grupos de amigos es otra maravillosa teoría que nos han vendido para hacernos esta vida más llevadera. Tengo como ejemplo palpable el ciclo que hemos organizado José Antonio Martínez Muñoz y yo en una cafetería del centro de esta ciudad; de los recitales que hemos organizado hasta ahora (Carlos Vitale, Cristina Morano, Concha García y Rosa Lentini, León Molina, Ramon Dachs y Javier Moreno) hay amigos que sólo han venido a uno de los recitales, hay quienes no han aparecido por ninguno, y estamos esperando siquiera una llamada de teléfono para que nos cuenten la historia de que alguien se les ha muerto (aunque sepamos que es mentira) y que no han podido venir. Estoy hasta los cojones de que la gente se queje de que la ciudad está muerta, de que no hagan nada y de que cuando se haga algo no aparezcan. No sé si ha quedado claro.

F.E.A.: Ha quedado muy claro, señor Castilla, pero casi se me ocurre, ante el tono que me está adoptando, hacerle la pregunta contraria, algo así como qué valor le concede usted a la existencia de escritores enemigos, es decir, todas esas propuestas literarias que por un motivo u otro nos repelen y nos empujan en dirección opuesta. Si es que los tiene, claro está.

H.C.: Por supuesto. Y no sólo hablaría de las propuestas literarias, sino de las propuestas vitales: esos escritores que, escribiendo aún como en el siglo XIX, se reparten eso que llaman mercado literario creyéndose el no va más de la poesía. A cuenta de lo que me preguntas tomaría dos voces prestadas, una la de Evaristo, que cantaba: “Puede que nunca tenga un colega/ que necesite de mí,/ pero me bastan mis enemigos/ por ellos puedo vivir.” y otra, la de César Strawberry que, parafraseándolo, diría: “La literatura es un ghetto de escritores mafiosos” (el se refería a la ópera, pero creo que no estamos muy lejos de eso).

El caso es que, como se ha hecho a través de los siglos, ese tipo de escritores son maravillosos para utilizarlos como material poético para sacar a la luz la barbarie que se está cometiendo con las publicaciones, los premios, la distribución de los libros...

F.E.A.: ¿Hasta qué punto es posible aprender la poesía de las lecciones de otros?

H.C.: Hombre, pues creo que hasta cierto punto es fundamental. Si los otros son amigos tuyos que han leído más, o distinto, te abren caminos más rápidamente de lo que lo harías tú solo; es cierto que al final, la pelea para hacer personal ese camino o ese hallazgo es propia. Y si los otros son escritores a los que uno no puede llegar más que por su obra, pues igual.

F.E.A.: ¿Hacia dónde va la poesía en castellano y hacia dónde la suya?

H.C.: Pues creo que la poesía en castellano va hacia mil sitios al mismo tiempo. Es cierto que la máquina de hacer endecasílabos blancos va a seguir aplastando a mucha gente, algunos porque no querrán copiar una música que no sienten como propia y tirarán la toalla, y los demás porque repetirán un sonido que ya está hecho por otros muchísimo mejor que ellos.

Y la mía no puedo decírtelo. Ahora mismo estoy en un proyecto en el que me apetece disparar contra casi todo lo que se mueva; cada vez me parece de más justicia darle las gracias a quien se lo merece y mandar al diablo a quien se lo haya ganado a pulso, por supuesto con una banda sonora que incluya a Carlos Chaouen, a La Cabra Mecánica, a Negu Gorriak, a Javier Ruibal, a Antonio de Pinto, a Los Planetas, a Def Con Dos, a Joaquín Calderón, a DesaKordeS, a Rafa Pons, a The Clash, a Miqui Puig, a The Sex Pistols, a Iván Ferreiro...¿sigo?


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Con los vaqueros y una camiseta

negra de homenaje al IRA, me tumbo

en el sofá con la televisión

encendida. Relleno

un pequeño vaso con las botellas de vino

que he comprado y tarareo

que no hay mucho que hacer y que, por mí, ya pueden

caer las torres de Manhattan.

Paso así muchas horas,

mientras pienso de esta ciudad,

como afirmó William

Dampier de Australia, que es

de todos los lugares

que he tenido

la fortuna de conocer,

el más desolado, el más inhóspito.


(Inédito)

(Correo)